Como sané mi corazón roto
gracias a un viaje

Fue un viernes a las 6 de la tarde, hace ya 8 calendarios, metida en un tráfico imposible de las típicas presas de San José, cuando toqué fondo.

No recuerdo de donde veníamos, recuerdo estar sentada en el asiento del acompañante y ver a través de las lágrimas las luces intermitentes de la multitud de carros alrededor mío. Sentir de repente el vacío de saber que no volverás a ver a una de las personas más importantes de tu vida.

Mi mamá dejó este mundo en abril del 2011. Una breve enfermedad se llevó su salud pero también la despojó de todo lo que la ataba como persona y nos regaló un tiempo perfecto de nada más ser, de amarnos una a la otra sin egos o juicios. Ese tiempo me duele y al mismo tiempo lo atesoro, porque pudimos vernos de verdad y amarnos sin reparo.

Después de perder a alguien que amé tanto no volví a ser la misma. Ese viernes, a meses de la despedida, el tornado que es el duelo me arrebató del presente, me pegó una revolcada y me dejó exhausta.

Pienso que los corazones rotos son un lenguaje universal. Con las agravantes distintas entre un caso y otro, al final situaciones como el final de una relación, perder tu negocio, o un ser querido nos dejan en el piso y no queda otra que resurgir. De eso quiero hablarles hoy, de cómo viajar me ayudó a sanar. 

Lo primero es que decidimos que era buen momento para hacer uno nuestros viajes soñados, uno tan único y especial para nosotros que solo podríamos planearlo nosotros mismos.

Les digo la verdad, ese viaje fue un escape, pero a veces necesitamos huir, a veces la realidad que tenemos en casa no se puede cambiar y es muy grande para sobrellevarla. 

No es como que te vas y dejas atrás lo que duele, te lo llevas contigo a un lugar nuevo y el cambio de ambiente puede ayudarte a manejarlo.

La terapia empieza al planearlo

Desde el momento en que empezamos a pensar en un viaje (y aunque no nos demos cuenta) iniciamos un par de procesos bien interesantes y valiosos que nos ayudan a sanar. 

Primero toca hacer un análisis de como estamos en términos económicos, de salud, en el trabajo. Nos toca ver hacia afuera y solucionar lo que sea necesario para poder viajar. 

Por otro lado también vemos para dentro, nos preguntamos que tipo de viaje queremos, que experiencias queremos vivir. Y a los que viajamos en pareja nos toca también ver al otro y trabajar en equipo.

A mi estos dos procesos me ayudaron a salirme del dolor de lo inevitable y volver al mundo real: resolver problemas prácticos, conectar conmigo y mi pareja. Me sacaron del pasado donde llevaba buen rato y me costaba mucho salir.

Comida, caminatas, atardeceres

Ya durante el viaje nos sumergimos en otro mundo (casi literal), se nos llenan los sentidos de diferentes sabores, olores y colores: el olor de un croissant recién horneado en París, las obras de arte que comunican y conectan, una cerveza belga en la cercanía del Grand Place, o un chocolate artesanal que te lleva al cielo. 

Nos revuelca una ola de mindfulness (si nos dejamos!) y empezamos a estar presentes. Nos salimos aun más de las situaciones complicadas que normalmente nos acompañan.

Ah y lo mas lindo es que el mundo nos ayuda a sanar: comemos rico, vemos hermosos paisajes, nos mantenemos activos con caminatas. Empezamos a vivir otra vez.

Yo me reencuentro con mi mamá cuando veo atardeceres increíbles o estoy en lugares que me dejan sin aliento, ahí la extraño y al mismo tiempo la siento cerca porque la siento presente. Son momentos donde podemos sentir y dejar ir.

Otras realidades

Al viajar también nos hacemos más conscientes de como viven otras personas. 

Muchos con necesidades grandes, otros en lugares muy ocupados y estresantes, algunos con pocas cosas materiales pero con una sonrisa sincera.

Esta oportunidad de sentir empatía por otros es muy terapéutica porque nos recuerda que no estamos solos, todos sufrimos y tenemos esperanza.

El regreso

Cuando volvemos de un viaje nunca somos la misma persona.

Al regresar siempre me encuentro con nuevos retos porque me quiero más. Me conozco mejor (mi versión de hoy) y estoy lista para avanzar. Así sucedió después de ese primer viaje terapéutico del 2012, fue el primer paso para seguir adelante y abrazar la nueva persona en que me convertí. 

Cada viaje nos cambia, si ponemos atención podemos llevarnos el efecto terapéutico que tienen los viajes a nuestro día a día:

  • Levantarnos con un poco de esa ilusión de no saber que va a pasar (es que de verdad no lo sabemos).
  • Comer con agradecimiento y probar nuevas comidas.
  • Caminar sin prisa, disfrutar nuestro camino y mirar con ojos curiosos buscando la belleza en los lugares donde estamos todos los días.
  • Practicar la paciencia y tolerancia que tenemos en nuestros viajes con las personas que nos rodean. 

Sea cual sea la situación que te rompió el corazón (divorcio, muerte de un ser querido, problemas personales) viajar puede ser un buen bálsamo y sobre todo un nuevo comienzo. Sin embargo no dudes de buscar apoyo y compañía profesional en tu proceso, no estamos solos y no hay vergüenza en tratar de estar mejor. 

Te invito a conocer más sobre esta manera de viajar en que te das oportunidad de sentir y conocerte, por eso en la página sobre mi me presento para que me conozcas mejor  (mírala haciendo click aquí).

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