Seamos honestos: para algunos, los viajes también significan deudas, cansancio, estrés e insatisfacción al volver (depresión post viaje).

Esta no es la única opción, quiero contarles de una tendencia en viajes que me ha llamado poderosamente la atención y pienso tiene mucho que aportarnos a todos: la corriente de viajar con consciencia.

Viajar con consciencia tiene dos significados, uno relacionado hacia ser conscientes de como afectan nuestros viajes al mundo (consious travel) y otro que tiene que ver como nos afectan como personas (mindful travel).

Consciencia de tu impacto

Viajar no siempre es bueno para el planeta o para los lugares que visitamos. Los viajeros muchas veces desconocen el impacto ambiental y cultural que ocasionan en los lugares que visitan.  Aún si no dejamos basura o alimentamos animales salvajes,  causamos una huella con nuestros viajes de la que muchas veces no somos conscientes.

Sin embargo, cada vez son más las personas que deciden viajar con un enfoque diferente, disminuyendo la carga ambiental que queda a su paso y tratando de de apoyar a las comunidades que los acogen.

Un viajero consciente de su impacto, por ejemplo, no le dará dinero a los niños que venden chucherias o piden dinero en la calle. Y esto no le hará sentir mal porque sabe que mientras los niños generen dinero no estarán en la escuela, que es donde pertenecen. En vez de eso elige apoyar la comunidad por medio de organizaciones que traten los problemas desde la base y creen un cambio social verdadero.

Este tipo de viaje implica tomar decisiones de compra pensando en las consecuencias que tienen, y buscando sea que cada trayecto sea una experiencia con balance positivo para todos.


Consciencia de tu viaje personal

Las personas cada vez prefieren gastar su tiempo y dinero en experiencias en vez de cosas. Esto ha hecho que los viajes se disparen y cada vez a menor precio.

El asunto es que la motivación de esos viajes, en muchos casos, no es tan sana como parece.

Si, ya no gastamos montones de dinero en cosas innecesarias, ahora coleccionamos destinos en el afán de disfrutar el «rush» que nos dejan los nuevos lugares. Usamos inconscientemente (me incluyo) los viajes para huir de realidades y problemas que son menos evidentes cuando estamos lejos de casa.

El problema es que al regresar, todo sigue igual. Regresamos queriendo más y la única manera que se nos ocurre para volver a sentirnos plenos es con otro viaje.

Nuevos tiempos traen nuevos problemas, nuestros padres no vivieron este problema.

En respuesta a quienes quieren dejar de experimentar los viajes como escape y empezar a usarlos más como una experiencia genuina y oportunidad de conexión personal nació el mindful travel.

Cuando planeas un mindful travel (lo siento, no encuentro una palabra exacta en español) no existen las visitas obligadas o lugares indispensables. Cada viaje es único como lo es el viajero.

Son viajes más lentos y pausados. No se tratan de ir al máximo de lugares posibles, más bien de vivir cada lugar al máximo. Y es que, hay que admitirlo, muchas veces importa más cómo vamos a llegar a el siguiente lugar que vamos a conocer que el lugar en que estamos en este momento.

Este tipo de viaje te hace mirar la vida con otros ojos, te da momentos plenos de alegría donde sientes verdadero gozo de estar aquí y ahora en este planeta. Pero también momentos de plena humildad al darte cuenta de las circunstancias tan distintas en que les ha tocado vivir a otras personas.

Estar presente y consciente del lugar donde estas te permite conectar con perfectos desconocidos con quienes muchas veces no compartes ni el idioma, pero eso pasa a segundo plano cuando hay en común cosas más importantes: la buena costumbre de ayudar a quien necesita una mano, el amor por los animales, la buena música, y a veces hasta el fútbol.

Además un viaje consciente te re conecta con el arte de disfrutar la comida, que muchos perdemos en la cultura de dietas y privaciones. Probar otras gastronomías te enseña que hay muchas maneras de hacer las cosas, que no hay una mejor que otra y que disfrutar cada bocado puede ser tan especial como visitar un monumento histórico.

Pero sobre todo te hacer ver tu país con otros ojos, valorar todo lo bueno y pensar en maneras de mejorar lo que queda pendiente.

Estas dos corrientes se relacionan. Si en vez de conocer 25 ciudades en un mes eliges dos o tres no solo disminuyes la cantidad de vuelos y la huella de carbono que conllevan los vuelos, también tendrás chance de conocer personas y llevar contigo rasgos valiosos de la cultura.

Si te llamó la atención algo de estos estilos de viaje y quieres adoptarlos en los tuyos estoy segura que te ayudarán a volver a casa con el corazón tranquilo y conociéndote mejor a ti mismo. Yo me comprometo a que todos mis viajes sean conscientes y a compartir mi camino con quien quiera recorrerlo conmigo.

Qué opinan de estos nuevos enfoques para viajar? Te gustaría incorporar aspectos de estos estilos de viaje?

 


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